Salgo del hospital con mis análisis en la mano. No soy como los demás, de carne y hueso, sino de metal. Es un duro golpe, sin duda, pero no estoy tan triste como cabría esperar. ¿Qué tienen ellos que no tenga yo? No son máquinas, es cierto. Pero precisamente eso es lo que me hace mejor. Puedo arreglarme si sufro cualquier daño y mis piezas pueden ser remplazadas fácilmente. En otras palabras, tengo lo que cualquier humano desea: invulnerabilidad. Mi felicidad es tan grande que empiezo a reírme. Los papeles se me caen de las manos y una mujer los recoge del suelo. Sé que los ha leído porque me mira aterrorizada antes de dármelos y alejarse corriendo con su hijo. La gente empieza a cuchichear a mi alrededor y a señalarme. Entonces me doy cuenta que el corte en mi cuello está totalmente a la vista. Todos me miran con extrañeza, asco, y, sobre todo, miedo. Estoy seguro de que si me atacan soy totalmente capaz de defenderme, pero, dadas las circunstancias, me parece sensato echar a cor
Blog de 2º de ESO del IES Leopoldo Alas Clarín (Oviedo, Asturias, España)